En un concierto en la Usina del Arte distintos artistas, comandados por el pianista Lito Vitale, interpretaron sus obras en un encuentro que el propio protagonista prefirió definir como un tributo a la música popular.
Con la excusa de presentar el disco “Tiempo reflejado”, registrado el año pasado en un recital en el Centro Cultural Néstor Kirchner (CCK), distintos músicos recrearon el diálogo entre la música popular y la academia propuesto por Juárez, cuya institucionalización la concretó con la creación de la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA), lugar al que son destinados los fondos con la venta del álbum.
Además de Vitale, uno de los organizadores del encuentro, participaron Luis Salinas, Juan Carlos Baglietto, Leo Sujatovich, Marian Farías Gómez, Daniel Homer, Rubén “Mono” Insaurralde, Verónica Condomí y Adrián Iaies, entre otros.
“Esto no es un homenaje hacia mí, es un homenaje al logro máximo de mi vida que es el Conservatorio de Música Popular”, dijo Juárez, al iniciarse la velada, en un ameno pero sustancioso discurso, en donde recordó el “estado de marginalidad” al que fue históricamente conferido este tipo de música.
En este sentido, afirmó que la creación de esa escuela significó “una respuesta a esas culturas dominantes decadentes” que confirieron a la música popular al lugar citado.
Además, el genial pianista puntualizó que el EMPA se trató de “la primera escuela en el mundo” en estudiar estas músicas, lo cual lo llevó a reflotar una anécdota en la que el mítico “Donvi”, padre de Lito Vitale, le recomendó que en vez de llamarlo “conservatorio”, le pusiera como nombre “renovatorio”.
La dupla Vitale-Baglietto abrió el fuego musical con la relectura de Juárez de la tradicional “Zamba de mi esperanza”, en una versión que hizo difícil de creer que se tratara del mismo tema con el que toda una generación de profesores de guitarra despertó pesadillas en sus alumnos.
A partir de ese momento, los músicos se fueron sucediendo en el escenario, en una seguidilla donde, sobre ritmos principalmente de zambas y chacareras, se hizo presente el jazz y la música clásica.
Los primeros temas del recital tuvieron su cruce con el jazz, en un híbrido musical que en los años ’80 recibió el confuso mote de “folclore de proyección”, a partir de la presencia de contrabajos, baterías con escobillas y clarinetes.
En este tono se sucedieron “Al pie de la cordillera”, con Vitale, Víctor Carrión, en vientos, Roberto Calvo, en guitarra; Lucas Homer, en bajo, José Luis “Colo” Belmonte, en batería y Facundo Guevara, en percusión; y “Cueca para Daniel Homer”, donde se sumó el homenajeado en el título en la guitarra y la pianista Lilián Saba.
La presencia jazzera se intensificó con “Mora”, una obra escrita por Juárez para su hija, interpretada por Iaies, Guevara y Horacio “Mono” Hurtado, en contrabajo, y con “Presencia del diablo”, en manos de Diego Schissi, en piano.
“A los que vamos a pasar esta noche por este escenario nos costaría explicar nuestra historia como músicos sin mencionar a Manolo”, dijo Iaies, a su turno, en un resumen del sentir de todos los presentes.
“Invitación a la nostalgia”, en la voz de Verónica Condomí, permitió volver a poner el acento en el folclore, sin abandonar los cruces, y dejó el escenario listo para que se sucedieran los momentos más clásicos de la noche, con temas en donde las zambas y chacareras se corrieron del primer plano en pos de la experimentación y la vanguardia.
Acaso la academia “más dura” apareció con la obra “Sagitario”, en el violín de Elías Gurevich, y con “Mutaciones”, interpretada al piano por Haydeé Schvartz, en el pasaje más experimental del concierto.
El clima folclórico resurgió con la vivaz versión de “Chacarera de un triste”, en la voz de Galo García y Marián Farías Gómez, matizada con los preciosos solos de flauta de Inzarrualde, en uno de los momentos más celebrados de la noche.
La melancólica “Tarde de invierno”, en manos de Leo Sujatovich y Guevara; y “Criollita santiagueña”, interpretada por Vitale y Luis Salinas, marcaron el final, aunque aún había tiempo para la emoción.
“Apoyar estas músicas es apoyar al pensamiento cultural argentino”, definió Juárez, al momento de sentarse en el piano para regalar una interpretación, en lo que podría considerarse una especie de bis.
Para el final, los músicos se congregaron en el escenario y, en una suerte de gran zapada final en la que todos tuvieron su momento de lucimiento.
“Qué regalo lo que hemos escuchado recién”, resumió Juárez como corolario de una noche donde, en un acto de justicia, la música popular tuvo su merecido reconocimiento.
Via: Agencia Telám